vivenciavivencia

Vivencia: El día que ‘A’ decidió llegar, por Zulema

Me tuvieron desde el mediodía andando, porque decían que eso me iba a ayudar, que el parto estaba muy cerca ya y lo necesitaba, y yo pues andando me pasé el día. No tenía contracciones, sólo una molestia insoportable en los riñones, ni siquiera era lo que yo llamaría dolor.

Pasaron las horas del mediodía y tarde y la situación seguía igual, las contracciones no llegaban. Por la noche mi mamá al tocarme, se da cuenta de que estaba ardiendo en fiebre, eso sí, yo estaba como si nada, no noté ese frío tan habitual en estos casos. Decidimos acudir al hospital para asegurarnos de que todo estaba bien.

Ya sólo llegar al hospital me sentí mal sólo por ver las caras de todos los que me rodeaban. Malas caras por ser evidente mi corta edad para ser madre, pero creo que al fin y al cabo era una madre a punto de parir igual que la estuviese ahí con 30 años.

Me revisaron, incluso me miraron el líquido con ese horroroso y doloroso tubo que sientes que te llegará hasta la garganta, y me dijeron que todo estaba bien, que el parto comenzaría pero que era muy pronto aún. Para la fiebre sólo supieron decirme que probablemente andaba con un poco de gripe. Por prevención me pasaron a monitores una hora para terminar de comprobar que todo iba como debería ir. Pero hubo sorpresa, y es que a los cinco minutos de estar en monitores rompo bolsa y ¿qué? El líquido era VERDE, pero verde verde de verdad, me asusté mucho ya que por todo lo que había leído sabía bien que eso significaba infección. Nuca me explicaré cómo al mirarme las aguas las vieron claras y correctas, cuando esto me pudo costar la vida tanto a mi hija como a mí.

Ahí quedé en monitores, tirada en una cama muerta de dolores (me pusieron la oxitocina) donde nadie me hacía caso y poco pudo estar algún familar conmigo. Pasando exploraciones y haciéndome un cristo por todos lados, a cada rato era peor.

Desde un principio se sabía que mi pequeña no estaba colocada para nacer, estaba sentadita en el nacidero, pero aún así esperamos. A las pocas horas me veo obligada a llamar al timbre para avisar de que mi pequeña se me había subido a la boca del estómago. Sorprendida me quedé con el trato que se me dio porque la respuesta de la enfermera ( o quién fuese esa mujer) fue que los profesionales eran ellos, que dejara de quejarme que yo debía estar en la discoteca y no ahí (así, sin anestesia).

A las 3 de la mañana tenía firmada una cesárea urgente por mi ginecólogo, dado la imposibilidad de que la niña tomase ya posición para nacer, y el gran riesgo de la infección que tenía dentro. Inexplicablemente me quedé ahí, nadie me llevó a quirófano, nadie me hizo caso en nada, no le importé a nadie, o al menos así me lo hicieron sentir, yo era un cuerpo más, una cama más.

A las doce y media del mediodía (del día siguiente sí) me llevan a quirófano a practicarme la cesárea. Yo había leído bastante de embarazos y partos, y como en su día leí que si hay fiebre la epidural no se debe aplicar, me negué en redondo a recibirla, me aterrorizaba, y esto me costó otro gran rato de batalla, reventada ya de dolores y por supuesto con mi infección.

Finalmente ceden a usar la anestesia general, pero cuál es la sorpresa del médico cuando abre mi barriguita que mi niña no sale.. ¿por qué? Porque efectivamente mi hija estaba en la parte superior como avisé y nadie me hizo caso. Esto supuso que tuviesen que pisarme y perdiese una barbaridad de sangre en esa fría mesa.

A mi hija me la dieron estando en reanimación, sinceramente no podía ni ver bien su cara dado que seguía borracha de la anestesia, y después ya no la pude volver a ver hasta bastantes horas más tarde.

Aún estando en planta recuperándome de lo que mi cuerpo había pasando, me hicieron sentir muy mal. Yo no era capaz de levantarme, me sentía sin fuerza alguna, mareada… y constantemente me comparaban con otras madres que tenían cesárea y estaban andando por los pasillos como si nada. Claro, todo esto por no hacerme una simple analítica que posteriormente pidió la matrona, y darse cuenta de que necesitaban ponerme sangre, dos bolsitas me tuvieron que regalar.

Sinceramente con este relato, que es mi experiencia, me gustaría aprovechar para reivindicar que a pesar de que tengan corta edad, aunque puedan tener 16 años como yo los tenía, no dejan de ser madres a punto de dar a luz a sus hijos, pido que por favor se las trate con el mismo respeto, la edad muchas veces no es nada. Y también pido desde aquí que esas personas en las que tenemos que depositar nuestra confianza para que nuestros hijos nazcan no nos defrauden y sean HUMANOS.

GRACIAS Zulemawww.mamaesbloguera.com

 

 

 

 

[:]

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Botón volver arriba