Es muy común que algunas noches los niños entre los 3 y los 6 años tengan sueños vívidos que les hacen despertarse súbitamente. En estos sueños suelen reflejarse algunas de las vivencias del día y también es posible detectar en ellos vestigios de impulsos, emociones agresivas o temores que sólo salen a la superficie a través de los sueños.
Al cumplir los 5, tu hijo entenderá mejor que estas imágenes sólo son sueños, pero hasta que llegue ese momento, necesitará que alguien le tranquilice diciéndole que no son reales. Así que, cuando se despierte a media noche asustado y llorando, consuélalo, háblale del sueño y quédate a su lado hasta que se calme. Para tu tranquilidad, piensa que sólo se trata de una pesadilla, no de un problema grave.
Sin embargo, habrá ocasiones en las que encuentres a tu hijo en la cama, aparentemente despierto y muy alterado, quizás gritando y temblando, con los ojos abiertos de par en par y completamente aterrorizado. Si intentas tranquilizarlo, no reacciona. En estos casos, cuando tu hijo ni está despierto ni tiene una pesadilla, estamos ante un terror nocturno. Este misterioso y angustioso comportamiento que aparece durante el sueño, es común durante la etapa preescolar. Típicamente, el niño concilia el sueño sin problemas, pero aproximadamente al cabo de una hora, abre los ojos de par en par en actitud de terror. Quizás hasta señale objetos imaginarios, dé patadas al aire, agite los brazos, llore y, generalmente, parezca inconsolable.
Ahora bien, a veces puede resultar difícil saber si el niño está teniendo una pesadilla o un terror nocturno; resumimos a continuación las diferencias básicas entre una y otro
¿Qué es?
Pesadilla: un sueño que provoca mucho miedo seguido de un despertar completo.
Terrores nocturnos: un sueño miedoso acompañado de un despertar sólo parcial desde una fase de sueño muy profundo.
¿Cuándo te percatas del fenómeno?
Pesadilla: cuando ya ha pasado y tu hijo se despierta y te habla sobre él.
Terrores nocturnos: mientras está teniendo lugar y el niño grita y se mueve agitado; después se tranquiliza y, al despertar, usualmente no recuerda lo que pasó.
Momento en que ocurre
Pesadilla: muy tarde en el período de sueño, en usualmente entre las cuatro y las seis de la mañana cuando los sueños son más vívidos.
Terrores nocturnos: cuando el sueño es muy profundo; generalmente, entre la una y las tres de la madrugada.
Aspecto y comportamiento del niño
Pesadilla: el niño llora y está muy asustado después de despertarse.
Terror nocturno: se sienta, se agita, hace movimientos extraños; llora, grita, gime, habla; tiene los ojos abiertos de par en par, el ritmo cardíaco acelerado y está sudoroso; el miedo y la confusión desaparecen cuando el niño despierta.
Reactividad
Pesadilla: en cuanto se despierta, el niño se da cuenta de tu presencia y se tranquiliza al verte o puede ir en tu búsqueda para que lo reconfortes.
Terror nocturno: el niño no parece darse cuenta de tu presencia y puede, incluso, intentar apartarte, gritando y agitándose todavía más si intentas inmovilizarlo.
Volver a conciliar el sueño
Pesadilla: es posible que le cueste volver a dormirse por lo asustado que está.
Terrores nocturnos: vuelve a conciliar el sueño rápidamente sin llegar a despertarse por completo.
Recuerdo de la experiencia
Pesadilla: suele recordar lo que ha soñado y puede hablar sobre ello.
Terror nocturno: no recuerda nada de lo que ha soñado ni tampoco
la agitación o los gritos.
Las pesadillas y los terrores nocturnos van desapareciendo a medida que los niños crecen. Lo que no es habitual es que un niño tenga pesadillas o terrores nocturnos recurrentes durante un período de tiempo prolongado. Si estos episodios son muy frecuentes, acude al pediatra para pedirle orientación. La mejor estrategia suele ser simplemente esperar a que remitan.
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