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¿Quien cuida a quien?
- La primera: pensemos por un momento que somos el perro del vídeo (en el buen sentido de la palabra). ¿No os parece que, en ocasiones, nos comportamos peor que el perro poniendo barreras a nuestrxs hijxs para que puedan explorar el mundo libremente? Poner barreras para que exploren el mundo es impedir vivir, gozar, crecer, ser libre…es dificultar ampliar el conocimiento. Si observáramos más disfrutar a nuestrxs hijxs en los charcos de la vida, seriamos más felices.
- La segunda: imaginemos que en este caso los adultos fuéramos el/la niñx del vídeo, y el perro nuestrx hijx (siempre en el buen sentido de la palabra). En ese caso, a diferencia de lo que hace el/la niñx, a los adultos se nos suele olvidar disfrutar de la vida. Con la misma correa de protección que hemos creado coartamos nuestra libertad, y sujetamos a nuestrxs hijxs con esa misma correa para que no se escapen, para que no se “lastimen”. Deberíamos recuperar la capacidad de parar en los charcos de la vida y mojarnos de felicidad. De ese modo seríamos un excepcional ejemplo para nuestrxs hijxs, porque les enseñaríamos a disfrutar de la vida y nos entenderíamos mejor. Ya os habréis dado cuenta que ambas opciones no son excluyentes, como no son excluyentes los deseos de nuestrxs hijxs.
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