Nutrición infantil y cáncer en adultos
La lactancia materna realiza un factor protector para el desarrollo de tumores en los niños, hecho que parece relacionarse con la protección inmunológica que determina este tipo de lactancia. Un estudio realizado en Estados Unidos por Davis en 1988, concluyó que existía una disminución del riesgo de padecer linfomas en los niños amamantados a pecho durante más de 6 meses.
Sin embargo, es necesario advertir que aún no existen datos concluyentes que relacionen tipo de dieta materna con el desarrollo de tumores en niños, como tampoco los tenemos que relacionen factores dietéticos en el niño y la producción de determinados tumores.
En relación entre la alimentación en el niño y el cáncer en el adulto, existen evidencias sólidas del efecto protector frente al cáncer de determinados consumos alimentarios en el adulto. Entre estos alimentos protectores destacan el consumo de frutas y verduras.
Sabemos que una ingesta elevada de sustancias antioxidantes como la vitamina C y E neutraliza el efecto perjudicial de otros alimentos ricos en nitrosaminas.
El hecho de que aún no existan estudios que relacionen tipo de dieta del niño y cáncer infantil, no debe hacernos confundir con la evidencia de ausencia de efecto.
Por el contrario, existen múltiples argumentos a favor de que la alimentación infantil pueda ser muy importante para el desarrollo del cáncer del adulto.
El cáncer tiene un largo periodo de latencia (entre el inicio de la exposición y el inicio de la enfermedad) que puede llegar a ser de 20, 30 y hasta 40 años; por lo que la exposición en la infancia y adolescencia puede ser importante.
Respecto al cáncer de mama, existe una hipótesis que relaciona la dieta infantil con la edad de la menarquía y el riesgo de cáncer de mama. Es conocido que la precocidad en la edad de la menarquía es un factor que incrementa el riesgo de cáncer de mama.
Por otro lado, se considera que factores nutricionales tienen importancia en la edad de menarquía y el retraso de la misma ha sido asociado con la malnutrición.
Está demostrado que la alta ingesta de grasas en la infancia y la obesidad infantil disminuye la edad de la menarquía. La actividad física y la baja ingesta de grasas, por el contrario, la retrasan. Puede ser que en realidad los hábitos alimentarios importantes en la aparición del cáncer de mama sean los de la infancia y adolescencia y no los de la vida adulta.